viernes, 28 de enero de 2011

LOS FUERTES

Hay rachas en la vida de cada uno que a la fuerza y sin más narices tiene que sacar todo su mejor yo, para de alguna forma sobrevivir a ciertas situaciones.
En estos momentos el que es fuerte por naturaleza aguanta lo que le echen, y encima mantiene el tipo con cara de: me encuentro fenomenal y los demás os pasáis de histéricos. Y a parte, este, reparte ánimos, buen rollo y aporta con entereza, salidas y soluciones donde todo es gris casi negro o negro negrísimo.  El débil pues eso, asume su papel y los demás sabiendo de su respuesta, lo consuelan y lo miman.
Ni unos son más guapos que otros, ni tienen mejor o peor vida.
Los roles de este tipo son intensamente agotadores, en ciertos casos y sin darte cuenta no puedes cambiar de chic, porque entonces como que decepcionas e incluso lo que es peor, careces de derecho a tener un cambio de tercio. Todo el mundo espera de ti una reacción y desilusionas soberanamente. Como cuando un día que amanece con un sol radiante y luminoso te invita a tirarte a la calle y de repente sin venir a cuento se llena de nubes, refresca y se transforma en desapacible, lo que era ¡vaya que día más chulo!, pasa a ser una auténtica mierda de día.
Y a lo que voy, ahí te quedas, con cara de: ¿donde están mis derechos a ser reconfortado?, ¿a recibir aliento?, ¿por qué todo el mundo da por hecho que me encuentro de putísima madre y no me han mirado por dentro?, ¿qué tengo que hacer para reclamar mi parcelita de cariño?
Vale, nací fuerte pero no soy de piedra, tengo intestinos, venas y cartílagos que acusan el dolor, que por las noches no me dejan respirar y me los como con patatas. Que me preguntan, ¿a nosotros porqué no nos llama nadie?, nos sentimos tristes y ¿no nos quieren?
En estos casos tienen que hablar con todos ellos, tan orgánicos, tan delicados y proponerles un plan. Mis queridos intestinos, venas y cartílagos vamos a jugar a que somos de distinto cuerpo, yo te consuelo a ti, como si no nos conociéramos de nada y tú luego lo haces conmigo. Charlamos y me cuentas que te preocupa, que añoras y porque estás triste, como si yo no supiera nada. Nos convertimos en consuelo del abandonado y entre nosotros nos hemos sacado del entuerto.
Para el que no lo pille, que tú mismo te animas, giras la perspectiva, arrancas de donde se haya escondido un “yo puedo, porque creo en mí” y se acabó.
Pero a veces y con el paso del tiempo, concentrarte en el me recompongo yo solo y me levanto más fresco que una lechuga, pues que no, que no te sale, ni a la primera, ni a la segunda, ni a la de ¡tres!
Te has quedado bloqueado y tus óptimos y socorridos recursos de machote/a soy y como machote/a me comporto, se te han desmoronado. Y entonces, ¿quién cuida al que cuida?
Pues muchas veces nadie, porque el resto son unos débiles o sencillamente porque ninguno se ha enterado.



3 comentarios:

  1. No sé si hace falta que te lo diga...
    Pero tengo mi hombro a tu disposición...

    A veces hay que hacerse los fuertes...pero otras hay que desahogarse y llorarle a alguien...necesitamos de los demás...no te engañes...de quien lo veas oportuno...
    Si me necesitas... ¡¡silba!!

    Nunca olvidaré el día en que apareciste en la clínica estando Marta muy malita...te ví como un ángel...y así sentí tu apoyo y compañía... dentro de aquella soledad y aquellos malos ratos..

    Un beso...y...hablo en serio...
    .

    ResponderEliminar
  2. Gracias rubia, se perfectamente con quien puedo contar. El problema es que no todo se puede compartir y que a veces los otros están peor que tu. Gracias, gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  3. Pues va a ser que no, que no todo se puede compartir y a veces nos maquillamos a lo bestia para ocultar sentimientos que nos negamos a mostrar abierta o entornadamente.
    Ese maquillaje a veces se oculta bajo ese falso pijerío, una estúpida muestra de superficialidad...
    En fin, roles y rolex
    :-)

    ResponderEliminar