viernes, 14 de enero de 2011

LA GENERACIÓN DEL ORFI. Presentación.

La Generación del Orfi, es un grupo de chicas que un día se levantaron de la cama siendo mujeres de bandera y nadie se dio cuenta.
Ni más altas, ni más monas, ni más reconocidas. Excedentes de la universidad de los 80, cultivadas en la movida y en los inicios de la liberación machista de casposa herencia materno-paterna.
Enamoradas con raciocinio y con capacidad de elección, casadas y emparejadas en el amor consciente, lo consciente que se puede ser sin un par de buenos tangas, porque eso da poder, mucho poder. El mismo que aparenta un jugador de rugby neozelandés en su momento más haka.
Acogidas con civilizada cortesía por una sociedad pueblerina en una ciudad media, de interés medio, de diversión media, de cultura media y con mucha clase media.
Entregadas con auténtica devoción a diversos infantes que llegaron en el momento preciso en el lugar elegido y con los mismos mocos, virus y tiernas miradas, que han existido desde que el mundo es mundo y la mujer tiene útero.
Porque estas seis protagonistas de la Generación del Orfi, tienen útero. Pero no es un útero cualquiera, no, es el útero de la inteligencia y la habilidad más femenina. Donde todo te empieza a importar un cuerno. Cuando desde el útero te sube esa refrescante sensación que primero te acojona y luego te libera. Entonces en el escaso tiempo que dura el café de primera hora,  las seis se transforman en hechiceras con regusto a mousse de chocolate, acompañadas de chic francés, modales mediterráneos, versión Sade-Madonna y mucho, mucho urban-casual look.
Necesitan construir su vida, derribar y volver a construir. No necesitan el facebook para matar horas que para eso ya existe una magnífica costumbre española que es adentrarse en el Corte Inglés, a cualquier hora y por cualquier motivo, tradición sagrada, of course. No necesitan una introducción a la optimización de los recursos en la empresa, o un máster en calidad, ni gestión de habilidades sociales para mejorar la comunicación con el cliente, rollete feeback, ni por supuesto lecciones de asertividad.
No se decantan por el puro esnobismo, ni por la vulgar apatía, ni por posicionamientos contradictorios, contradictorios a su eterno femenino. Les encanta ser mujeres y se sienten todas consecuencias de un acto perverso, de una eclosión inmaterial con trasfondo de mojito cubano.
Saben lo que quieren y no les importa demostrarlo, eso sí, sin acritud que de bordes no tienen un pelo, son más bien sugerentemente positivas y por supuesto, irresistiblemente cuarentonas.
Y para ello solo necesitan su mutua compañía, el café del desayuno en el bar y nula presencia masculina, que de eso se trata, redescubrir la amistad femenina  y el placer de recuperar el tiempo perdido, interrumpido por una vertiginosa década dedicada con innegable voluntad a la delirante combinación casaniñostrabajomarido.
Esta complicidad que a los “otros” les cuesta encajar y que por ello se sienten alejados, insignificantes, maltratados, despechados y con la soberbia de tener un trío de dos bolas y un taco entre las piernas, alcanzan a definir con malgastada verborrea, esto es solo “cosa de chicas”.
Una de ellas es adicta al Orfidal (lorazepam en 50 comprimidos).

2 comentarios:

  1. Cea dijo:

    El otro día charlaba con una amiga de la violencia contra las mujeres.
    Ella mencionaba con cierta amargura de que los hombres aún pensamos que habláis de "cosas de chicas".
    Pero en realidad el machismo y todo lo que conlleva es "problema de chicos" principalmente.
    Pero este escrito abarca más, mucho más

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