domingo, 14 de agosto de 2011

REFLEXIONES DE UNA HIGUERA


Hola, soy una higuera, antes que nada, quiero dar las gracias a mi amiga La Independent por dejarme su espacio. Estoy necesitada de expresión y le he pedido el favor.
Soy una higuera del siglo XXI, aunque fui plantada hace muchos años en un bonito lugar del sureste español, cerca de un seco y sucio río, pero digno y que me alimenta.
Las higueras damos higos en verano y nos ponemos estupendas, como es mi caso. Mantenemos la tradición mediterránea de atraer las moscas y producir un aroma penetrante que de tan latino que es, debería ser declarado bien de interés etnográfico.
Bueno a lo que voy, este último año mi cosecha de higos no me tiene contenta. Pero no es culpa suya, sino de mi estado de ánimo. Me han salido pequeños, poco sabrosos, débiles y esmirriados. Mi bajo estado de ánimo surge por una crisis existencial de un par de cojones. Pero eso no es nada comparado con el plomazo de la llegada del verano y los ridículos y repetidos prototipos del estío.
Parece que yo aquí desde mi huerto, no me entero de la misa la media, pero estoy muy puesta. En todo.
Que si ZP adelanta las elecciones, subidón subidón, de los nervios se me han espachurrado seis higos de los consistentes.
Que si la crisis económica será el lastre que heredarán todos los hijos de mis vecinos, cierto, como que me llamo Higuera Molona.
Bueno, eso por lo general.

Por lo privado, me parto yo con el ciudadano de a pie. El “homus operandi”.
Ahora todos en la misma “global total dinámica”: muchos factores protectores, desplazamientos en masa, saturación alcohólica, sobredosis de calorías, descanso y propósitos de descanso y hasta los mismísimos de la parienta/e. Que si la escapada a la montaña, la playita, el turismo cultural y el turismo incultural. Que si los niños consumiendo y consumiendo, el inglés y el francés, que mono, que buenas notas y ahora para Inglaterra, foreveryoung.
Al chiringuito, al chillout, a la piscina, al aire acondicionado, a las noches locas.
Los ruidos veraniegos y a la madre que los parió.
Los coqueteos nocturnos, los mojitos, la verbenas de los barrios y de los pueblos. Las abuelas en las puertecicas de la casicas, “a la fresca”.
Las moscas, los mosquitos y el jazminero que está que se sale y me pone cachondísima.
Que si la lluvia de estrellas, que si la nevera, el tinto de verano, la sardina, los disparates que te cobran por comer, los claves por todo.
Las chanclas, !!ay¡¡ las chanclas, las camisetas de tirantes, las barriguicas cerveceras, los escotes y el topless. ¿Para cuando el subless? yo de ventilar algo, me ventilaría lo de abajo, dicen que tiende al sudor agrio.
Los guiris, los muy benditos. Guiris por aquí y guiris por allí, que si la cenica a las siete de la tarde, que si la paella, o el paellón. Que si la feria de Málaga, que si los finos, que si los toros, que Jose Tomás.
El overbooking.
Lo siento, me da la risa floja.
Esta claro que lo mejor del verano, es ser una higuera.



A mi me gusta más la lasitud de todo. La larga espera bajo el calor hasta la llegada del fresco de la noche. Escuchar en el calor de la noche la consumación de los pecados, entre los cuerpos desnudos. El sudor de esos cuerpos y la libertad del alma. El sabor a miel de la piel sudorosa, el penetrante olor de mis hojas y su poder narcótico, la higuera adormilera.
El no ser vulgar entre tanta vulgaridad, en la purga del pensamiento, estar out y no más in. Desaparecer, desconectar, deambular, descansar, despertar, descubrir.
Planear el no planear, no tener hora, no tener ritmos, estar arítmico. Las ciudades vacías, la luna llena de mi verano que le da un toque de terciopelo a mis dibujadas hojas.
El vivir sin entradas, sin salidas, solo permanecer. El silencio de la mente vacía, del no tener que contestar, no tener que responder.

Lo que si me da una gran envidia (sana), es la siesta del verano.
El mito de ese momento único en el año.
Esta, debería estar; entre los doce mandamientos, las promesas matrimoniales, los juramentos hipocráticos. Prescrita en el carnet de identidad, tatuada en las lineas de la mano. Enseñada en los colegios, junto al Quijote, la tabla periódica, las guerras del siglo XX.
Ser objeto de canciones, de poemas, de liturgias plebeyas, de muertes irreflexivas.
Ganar globlos de oro y oscares por un tubo. Tendría que tener una cátedra, de hombres ilustres y mujeres sabias, pasados por la siesta de verano. Tener una avenida gigante en la ciudad de la luz, o en la ciudad del amor, o en la ciudad de las artes, en fin, en la ciudad.
Y por supuesto incluida en todas las declaraciones de intenciones, y las declaraciones de amor. “Declaro ante la luz del sol y el color de tu mirada, que te amo y que siempre dormiré junto a ti, la siesta en verano”. De ahí al cielo.

Yo por mi parte soy feliz con sentir, solo en esta época, la savia corriendo por mis ramas, tibia, viva, rápida, dándome alegría. Todo el peso de los veranos mediterráneos, en mis higos, falso fruto, en realidad una flor modificada en estructura jugosa, como si de mis besos se tratasen, depositados en el altar de la fruta. Dulces, fibrosos, abiertos igual que un misterioso rincón de mujer. Con seguridad la iglesia no los habría permitido, por lascivos, por tentadores. Profanos e irreverentes.

Este es mi verano, ser la reina del huerto, dar higos cautivadores y reírme y reírme de las atrocidades del hombre, de su lucha por llenar las horas de un tiempo de calor. Charlar con los mirlos y dar cobijo a las hormigas.
No siento ninguna envida, es más, me siento dichosa, soberana y serena.



Higos en Almíbar

.200g de Azúcar
.200cc de Agua
.10 Higos lavados y cortados en cuartos

.En una olla pequeña hacer un almíbar liviano con el agua y el azúcar.
.Cuando el almíbar este en su punto agregar los higos y cocinarlos por algunos minutos.
.Dejar enfriar.

A mi amiga Goa, compartimos soledad.