viernes, 21 de octubre de 2016

ÁLBUMES

Microrelato.



Bajó la escalera y miró hacia el fondo. 
Todo estaba lleno de polvo, mucho polvo ligero y amarronado. Parecía que había pasado una batalla, una microguerra. Pero no había pasado ninguna guerra, había pasado tiempo, un tiempo imperdonable. En la vida de algunas personas el tiempo es como una guerra; una lucha, con negociaciones, con ansiedad, con esperanza, con desánimo... Hay que enfrentarse a él, o sales perdiendo.
En ese último tramo de la escalera poco podía ver. Las estanterías pasaban desapercibidas en su forma. Pero algo en ellas le llamaba poderosamente la atención. Unas formas con colorines se dibujaban en una de ellas. Formas de variados tamaños, con dibujos estampados y decoraciones alegres.
Avanzó con enorme cansancio hasta ellas y paseó sus dedos nerviosos sobre los lomos de los cuadernos. Tenían enorme poder de atracción, la llamaban con cantos velados de sirena y no podía, ni quería, rechazarlos. 
No sabía si al dar el paso de sentarse sobre el suelo y abrir el primero, consumiría esa energía que tanta falta le hacía, que tan necesaria era para ella en ese perdido momento. Pero la fuerza de ver el interior la sobrepasaba. Y así inició el camino por lo que aquellos lugares escondían.
Las primeras páginas se convirtieron en algo borroso, no acertaba a entender lo que tenía delante. 
Todo eran imágenes de caras sonrientes, playas llenas de cubos de arena, personajes que saltaban y reían, celebraciones con tartas de Mickey, sombreritos de playa y vestidos de fiesta.
En la mayoría de las páginas las mismas caras infantiles le hacían muecas y sonreían. 
Su cuerpo se fue tensando y las manos necesitaban abarcar. ¿Pero qué podía abarcar? No existe ninguna fórmula para abarcar el tiempo.
Reconocía todo y al mismo tiempo no reconocía nada, ¿qué era aquello? ¿por qué había volado tan rápido?, ¿donde se había ido todo?
El eco de las preguntas de su mente rebotaba sobre las cajas amontonadas en las paredes. Preguntas que no quería hacerse, prefería que fueran pasando de lado, no enfrentarse a ellas.

Sabía la respuesta. Esas caritas, esas figuras que llenaban tantos y tantos álbumes de colores, eran sus hijos.
Sus hijos antes del tiempo.

Ahora, doce años de vida y de cambios los habían transformado.
Pero ella no. Ella era la misma, ella no quería esos cambios. 
En una línea de tiempo y transformación todo era más rápido que ella. 
Ella consciente de lo perdido y de lo conquistado, guardó todas y cada una de esos maravillosos recuerdos en la caja número 1, de la que no pensaba separarse en mucho tiempo.















martes, 19 de abril de 2016

ES UN ERROR

Lo he visto. Y es un gran error.

Es un error renunciar. Las emociones son ilimitadas. Necesarias. Si renunciamos nos limitamos. Da igual el error doloroso. Da igual la angustia.

Es un error llamarlo ñoño. Es un error dejarse no llevar. Es un error evitarlo.

Es un error gestionarlo a la inversa. Darle argumentos insustanciales, grises, vacíos. Darle argumentos.

Es un error negarlo. No aceptarlo. Es un error no rumiarlo hasta la saciedad. ¿Para qué negarlo? ¿Para qué?

Es un error no saciarse, creer que tiene fin, creer que podemos, creer que seremos capaces.

Es un error no confundirse. Confundir algo con el error de controlarlo. No se controla, ni se maneja.

Es un error dominarlo. No se puede ganar, no se debe perder. El error es creer que se pierde, siempre se gana. Porque te alimenta, te nutre. Es como la savia que recorre el tallo y llega al extremo y pasa por las hojas y consigue alcanzar la luz. Es la fotosíntesis. La fotosíntesis diaria. Que nos ilumina.

Es un error esconderlo, negar las lágrimas. Lo ves en los demás, lo lees en las grandes pasiones. Lo sabes. Existe. Y lo necesitas.

Es un error matarlo. Es un error no vivirlo. Es un gran error combatirlo.

Es un error hablar mal de él. Porque llegará y te lo recordará. Me criticaste, me insultaste, me maldeciste. Y cuando esté delante, negarás la verdad. Hasta lo odiaste. Sin poder odiar lo que tanto se anhela.

Es un error llamarlo vacío. Llamarlo angustia. Llamarlo terco. Llamarlo ausente. Es un error llamarlo, él llegará cuando quiera, cuando él quiera. Sin avisar.

Es un error no depender de él. Es un error ser independiente de él. Es un error no cometer el error.


El AMOR nunca es un error. El AMOR enamora. Algunos enamorados del AMOR,  ¿y que?. 

De cuantas miles de cosas te puedes enamorar antes que del amor. 
De miles de millones.
¿Y de cuantas de ellas te acuerdas?
De miles de millones de errores

¿Y qué?







martes, 19 de enero de 2016

LA GENEROSIDAD

Voy a empezar con una cita de Winston Churchill, primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando le pidieron recortar las subvenciones al arte para dedicarlas a la guerra contestó: “Entonces, ¿por qué luchamos?” El Arte. Yo lucho por el Arte, ya que creo que el arte es el fundamento sobre el que se apoya la civilización, y tengo gran fe en la civilización.”

En fin. El Arte a mi modo de ver es eso tan completamente determinante y muchas cosas más. Pero en estos tiempos, el Arte queda denominado por una constante, el Arte, su elaboración, su difusión y su consumo es una gran acto de generosidad. En todos sus canales y procesos. Y así entiendo que ha sido siempre.
Recientemente el historiador, crítico y ensayista Francisco Calvo Serraller, ha tenido la magnífica lucidez para decir esta maravillosa frase; "una sociedad no generosa tiene muy difícil sobrevivir". Esto último puedo asegurarlo.


Vincent Van Gogh Almendro en Flor (1890)


La historia del Arte que es fascinante en todos y cada uno de sus ciclos, episodios y etapas, es el mayor acto de generosidad del ser humano. Ha permitido que de las mentes y de las creaciones individuales, de los procesos internos de talento, construcción e introspección y de las búsquedas particulares, podamos todos y cada uno de nosotros disfrutar y permitirnos acceder a la belleza, al intelecto, al ingenio, a las sensaciones, a la historia, a los placeres, a los conceptos, a las evocaciones, al sexo, a la materia, al espacio, a la perspectiva, a la verdad, a la muerte, a la vida, al vacío, a la inmensidad, a lo pequeño, a la ternura, al poder, al terror, a la envidia, a la lujuria, al dolor, al universo, a todo.

Y me quedo corta.

Algunos genios tan maravillosos como el impresionista Vincent Van Gogh dedicó toda su vida a crear y experimentar obras de infinita e incuestionable calidad que hoy disfrutamos y sentimos con el placer de enfrentarnos a una mente privilegiada y a una capacidad de expresión impresionante, y todo esto nos lo regaló sin recibir nada a cambio. 

Pero también está la parte recíproca del Arte. Hay que ser muy generoso para comprenderlo, vivirlo, amarlo. Es una acto de garantía. La generosidad nos hace evolutivos, el Arte nos hace críticos, ricos, despiertos, humildes, grandes y cultos. 
No creo que sea tan difícil comprender esto. Se ha dicho hasta la saciedad y no obstante hay que seguir convenciendo a los que están, a los que vienen y a los que nunca han creído en él.

Pablo Picasso. Retrato de Musa (1932)

Ahora circula por ahí una deprimente, casi cierta y algo paranoica leyenda negra de que somos cada vez más incultos. Si y no. Somos menos generosos, mucho, mucho más egoístas y sobre todo nada, nada objetivos.

Se ha perdido la amable objetividad, predomina el encasillamiento, no ejecutamos la alegría de la libertad, de la opinión propia, de la comunicación sin roles, sin estereotipos.

Y el arte y su cultura se empobrecen. Por que necesitan mucha generosidad, tiempo, amor y pasión. 

¿Estamos realmente preparados?