martes, 29 de noviembre de 2011

EL CUENTO DE LA MUJER INDEFINIDA

En el país de las probabilidades existe una mujer. Ella es la mujer indefinida.

Siempre supo definirse, tenía la misma mentalidad que un perro tirador de trineos. Le gustaban los espacios amplios y mirar constantemente hacia delante, correr y avanzar lo más rápido posible. No tener paredes cerca, ni lejos, no tener límites, ni fronteras. Y especialmente le gustaba, al igual que a esos increíbles animales, tirar.  Tirar de todo, para seguro y contra todo pronóstico, llegar.
Pero ocurrió que una parte suya se convirtió en indefinida. De repente, bajo todo su cúmulo de energía, tensiones, distensiones, huesos, músculos, risas, hormonas y pestañas, entre otras cosas; surgió, un mundo indefinido.

Ella no conocía a nadie indefinido. Para ella, práctica y directa, todo debía tener un nombre. El chocolate, por ejemplo, ¿podía llamarse tristeza?, la risa ¿podía llamarse descalabro?, los alisios, ¿podían llamarse carbón?, las plumas ¿podían llamarse citoplastos?, el perfume ¿podía llamarse endometrio? ….. No, habían tantas cosas que sólo se podían llamar como se llamaban, con sus cadencias, sus ritmos, sus misterios y su letras.

Bueno, ¿y ahora que hago? Se preguntó, todo lo indefinido más tarde o más temprano acaba teniendo un nombre, se define de alguna forma. ¿Pero, y si yo, como esto es mío y solo mío, de mi cuerpo, de mi mente y de mis entrañas, le pongo yo misma un nombre nuevo?

La idea empezó a martirizarla, no la dejaba pensar, ni caminar, no se concentraba en nada, apenas comía. Escribía y escribía nombres y más nombres, en papeles, en las esquinitas de un libro, con las teclas de un ordenador. Nombres que le envolvieran el estómago por las noches, definiciones lógicas y coherentes a su yo indefinido. Necesitaba un envoltorio brillante.

!!Una mierda¡¡¡ !Iba a tener ella algo en su cuerpo con un nombre vulgar, catastrófico y sumamente indigerible¡

La gente a su alrededor no la comprendía, pasaron días y días, y se alejaron de su mundo, parecía obsesionada. ¿Por qué quieres poner un nombre nuevo, a algo que al final siempre tiene una definición?, le preguntaban.

Es mío y nada más que mío. Yo lo soñaré, lo odiaré, lo ironizaré, lo maldeciré, lo gritaré y seguro mucho, mucho lo reiré, puedo definirlo como yo quiera. Dijo tajantemente una tarde rodeada de interrogantes.

Y así lo hizo, tras mucho pensar y pensar encontró un nombre a su parte indefinida.



Lo llamaría “voluta”, vo-lu-ta.

Voluntad, nada se consigue sin la maldita voluntad.

Lucha, nada se supera sin luchar.

Tabú, no hay prohibiciones, no dejaré de decir lo que pienso, lo que opino, lo que quiero.

Voluta” empezó a ser una buena compañía. "Voluta" era un desafío y tenía tendencia a empujar a la mujer asustada, a las ideas más estrambóticas.

Iniciaron una relación inseparable.
Ahora la parte indefinida no solo tenía nombre sino también forma. Adquirió una forma envolvente. Parecía una delicada superficie sobre un capitel corintio, sujetando un bellísimo frontón de un magnífico templo romano. Solemne y elevada junto al resto de columnas, sosteniendo un lugar de culto, de refugio. Como su propia “voluta”.


Otras veces, su forma recordaba a las lineas suaves y en espiral de sinuosas curvas e interminables de una caracola.



Aquella parte indefinida, se tornó bella, delicada y deliciosa. Tenía nombre, un nombre precioso, tenía forma, una forma de mujer.
Existía por fin de forma lógica y para aquella mujer, con tantas  angustias y sus pequeños miedos, fue una inigualable compañera.


Fin

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA GENERACIÓN DEL ORFI. V. VUELING

V. ha estado de viaje.
Hemos prescindido durante seis días de su maravillosa conversación, su tufo a Opium y sus constante wahtsappeo con Mari Loli, su comercial.
Ha vuelto más profunda, al ser un viaje turístico, con muchas dosis de Arte por vena e iglesias de mil tamaños, nos confirma, recién sentadita delante nuestra, que es otra. La cultura del siglo XVI, la ha cambiado.

Para empezar, no se pide su Coke habitual sino un capuccino con un poco de anís, una paloma refinada. Dice que tras tomar doscientos capuccinos, uno detrás de otro, e irse de bareta en unas cuantas bakerys, ha decidido mejorar el producto customizándolo al estilo Vega Baja del Segura. Y ahora ya tiene el estómago y sus espasmos controlados.

La miramos con resignación, conociendo el panorama, la mitad de los paisanos de la ciudad que la han recibido como turista amateur, ya toman su brebaje made in "ella misma".

Le pido que nos cuente cosas de su viaje iniciático en soledad.

¡Muy bien, chicas!, ¡fenomenal, fenomenal, no he tenido ni un solo probema, todo genial!.

Bueno, las cosas de los viajes y eso, ya sabeis. El viaje de ida, estuvo un poco animado. Primero, al pasar el control, me dice un chico bajito pero con porra, que me quite las botas con tacón de 10cm. (esas cómodas que me pongo para los vuelos).  Le explico con paciencia que si yo fuese una terrorista en ciernes, nunca me metería ahí el arma asesina, ya que, mis botas de Loewe son de una piel tan fina, que seguro el atentado lo cometo contra mi misma.
Y que me cuesta mucho quitármelas y sin ayuda no me las puedo volver a poner.

El muy petardo, no se convence y dice, !señora, quíteselas¡  Me mosqueo, pero le insisto: Si se empeña luego tendrá que ayudarme.
Me pone cara de comemierdas y como el resto de viajeros están detrás gritando, ¡que se las quite, que se las quite!, pues me las quito.

Paso el control y claramente no soy una terrorista enfundada en misiles.

Toca ponerse las botas.

No puedo, a parte de que intento colocármelas con los leggins de cuero de poliuretano, que abultan, tengo los pies hichados de tanto ir de un lado para otro.

Eh¡¡ tu¡¡ señor vigilante¡¡ !tiene que ayudarme con esto¡ le grito; sentada en la cinta de las cajitas vacíatodo.

Al obstaculizar con mi culo el fluir natural de la cinta, el colega se pone rojo de ira y decide meterme las botas, a base de sutiles empujones de la cremallera y de los talones.
Me entran. Estoy roja y sofocada. Nunca me habían magreado tanto en público...., ¡¡las señoras se morían de la envidia!!



Sigo, al no tener asiento asignado, tuve que arreglármelas para: tras unos taconazos, unos tetazos y unos pequeños empujoncillos con el macuto del portátil, situarme cómodamente de las primeras de la cola. Y entonces al embarcar sufrí una tonta y ligera discusión  con la monísima de la auxiliar de vuelo, pero de la tierra firme, para convencerla de que no llevaba tres equipajes de mano, sino uno.

La pobre debía ser un poco miope y atrófica porque se empeñaba en ver tres. A si que, antes de matarla, ya que era muy evidente cargar con un cadáver por toda la terminal, tuve que meter en una sola trolley, el portátil, la minibolsa de aseo de ochenta productos de menos de 100ml. y las veinte mudas para los seis días.

Entre unas cosas y otras, he perdido el DNI en alguno de mis bolsillos, por lo que necesito, allí mismo vaciar todo sobre el mostrador. Me parece que con el lío, me dejé la seda dental y unos salvaslips cottonlike pocket en el mostrador, luego no los encontraba.

A estas alturas, todas imaginamos la foto de V. en todos lo aeropuertos donde opera la compañía aérea. Como la enemigo público numero uno.

Pero, nada, nada, nos dice, tan tranquila, eso no fue lo más divertido.

¿Lo más divertido?, nadie se ha reido una pizca, de hecho queremos llorar.

Lo más divertido, fue cuando llegaron los 60 jubiliados procedentes de Canarias, que bloquearon el avión diez minutos antes de despegar, porque no encontraban su asiento.
Y claro, al ver que no se enteraban, tuve que poner un poco de orden.

V. , le dice Mj con cariño; eso es trabajo de las señoritas azafatas.
¡O si, claro! pero es que los jubilados ya las habían espachurrado en la entrada del WC. y no podían moverse.

¿Y que hicistes?,  le pregunta A, con un evidente temblor del labio inferior.

Pues no sabían encontrar sus asientos los pobres, llevaban tres horas y media de vuelo y los habían metido rápido y corriendo en el siguiente.  Al tener ese tiempo de viaje acumulado más la hora menos suya habitual, todos andaban despistados. Y yo que soy tan generosa....., los coloqué por parejitas.

¡Por parejitas!

Si, señor con señora, señor con señora y así.

¡Que bien! V. parece fácil ¿no?. Bueno, contesta tranquilamente;  alguno se empeñó en protestar diciendo que la señora de al lado no era la suya, perooooo, ¡joder! ¡que importaba eso! 

Y al final,¿ que pasó?, le pregunto, descojonándome por todos mis poros.

Nada, les dije que enseguida, iban a jugar a los boletos de la suerte por tres euros, y que les podía tocar un viaje gratis en tranvía.  Les encantó, chicas, lo de los boletos, les encantó.

Bueno, V. ¿y que tal el viaje de vuelta?, le pregunta A.

Huy, ese regular, un montón de problemas, os cuento....

Noooo, gritamos todas, poseídas por Michel Jackson en Thriller.

Otro día cielo, otro día.