sábado, 5 de julio de 2014

GILBERTO

Supongo que si yo hubiera muerto sola en el desierto no me habría gustado ser noticia. Supongo que si hubiese llegado a mi meta, a mi objetivo, a una tierra de promesas y oportunidades con solo 11 años, entonces me habría encantado ser la noticia que llenase los primeros minutos de los informativos a nivel mundial. Pero no, la noticia es la muerte, ahí es cuando convertimos al que ya era un héroe en un pequeño recuerdo inmortal.
No necesito escribir aquí o ningún otro lado para dar tregua a mi cargo de conciencia, no ha sido culpa mía. No necesito liberar mis demonios marchitos y egoistas en la figura de nadie. Solo quiero explicar a través de estas líneas, como paso a sentirme inmensamente dolida y cabreada conmigo misma en una de las épocas más complicadas de mi vida. De una vida privilegiada y envidiada.

Desde mi bonito sofá blanco frente a la ventana que da a mi piscina rumiando mis inquietudes y mis "problemas" intento enfocar hacia la televisión, cuando escucho y siento la noticia. Y me destroza la moral, se me cierran todos los poros de la piel y quiero llorar, es un momento de rabia total, de desamparo mental, de realidad asquerosa.
El niño de nacionalidad guatemalteca ha muerto por un golpe de calor intentando cruzar la frontera de USA como tantos otros. Tenía 11 años, iba solo, no llevaba camiseta, en la hebilla del cinturón un teléfono de un familiar ya residente en USA. Su objetivo era llegar a este país para poder ayudar a una madre enferma.
Lo encontró la policía, solo, tirado en una carretera.





Noticias como esta hay muchas, de niños, de mujeres, de guerras, de injusticias. 

Pero yo no me lo quito de la cabeza. Intento dormir la siesta, leer algo, analizarlo con perspectiva, compararlo con otros casos de similar dolor. No puedo. No puedo dejar de pensar en su intento de avanzar, de caminar solo. Debo estar loca. Bueno ya se que estoy desequilibrada. Me obsesiona su edad, tener 11 años es una gracia de la vida, no un cargo de responsabilidad, los 11 años son de las risas y los juegos, no para caer en el asfalto y morir sin nada a tu alrededor. 

Hacía una hora que había llegado a casa, con la mente llena de enfrentamientos. En mi mente se enfrentan las cosas, la toman como un campo de batalla y se dedican a luchar y competir. Yo no puedo hacer nada. Tomo dos paracetamoles, un ibuprofeno y lo que sea para dormir. Hay épocas de miles de batallas. Empiezan y cuando van a terminar se lían con otros litigios, me recuerda a una fortaleza asediada. Me asedian la mente los problemas de la vida de una mujer sin problemas, o sea, no tengo que llegar a ninguna frontera.
Que miserable me he sentido. 

Llevo días pensando en él. Yo que soy de tocar, me habría encantado tocarlo, acariciarle las manos sobre su palma para relajarlo, como yo hacía con mis peques cuando tenían fiebre. Cuando me llamaban por la noche. Total, se iba a morir igual, nadie es una puta noticia si sales vivo.

¿Por qué escribo esto una tarde de calor de verano a las 16h? Por ese calor. Porque el calor de 40º es insoportable, porque te agota física y mentalmente, porque cuando sudas y te sientes débil, te duchas y te refugias en el mejor rincón fresco. O bajo el aire acondicionado.

¿Pero si ese calor es lo que te va a matar?, ¿ y si no tienes alternativa? Morir cruzando un desierto a los 11 años.
Eso es un problema. Esa era la brutal y evidente realidad de Gilberto. Según cuentan algunas televisiones le dijo a su madre que era más barato que muriera él a que muriera ella.

Era su cuarto intento.

Aquí en muchas ocasiones frente a un reto solo lo intentamos una vez. Y tiramos la toalla. Todo en esta vida tiene múltiples perspectivas. Por supuesto.

Hace muchos años fui la secretaria del Comité Regional de UNICEF en Murcia. Por entonces no era madre. Pero si una histérica obsesiva por los derechos de los niños y de las mujeres. Recuerdo los proyectos y las ganas. Recuerdo los informes y los datos estadísticos.

No ha cambiado NADA, en 15 años desde aquello, no ha cambiado nada.

Gilberto me ha ayudado esta semana a encauzar mi perspectiva, a valorar mis problemas e incluso a sentirme agradecida por ellos, bajo mi aire acondicionado y metiendo mi culo en la piscina para no sufrir un golpe de calor mortal.




















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