martes, 15 de enero de 2013

LA GENERACIÓN DEL ORFI. MAMAS

Hoy cuando todas se han ido me he quedado un buen rato sola, observando los asientos vacíos que antes ocupaban mis amigas. Sentía frío, antes en su compañía hacía calor, notaba su energía, sus perfumes, sus ojeras, sus ganas de desahogarse, sus inquietudes. Con ellas todo lo mío parece insignificante. Cuando llego con mis paranoias y auto compadeciéndome de mis trillones de problemas, ellas con una sola de sus miradas, me reubican, me centran. De una forma a la que estoy acostumbrada y por ello pienso que no valoro lo suficiente. Ellas con la más absoluta de las acciones generosas me envuelven en mi misma. Me escuchan. Escuchar a los amigos, a la gente en general, es el primer paso del enriquecimiento personal, de evolucionar, de no caer en las rebajas mentales.
Si algo me gusta de nuestros desayunos, es mirarlas y descubrir como vamos envejeciendo, como maduramos juntas. Los putos 30, que Dios los ampare, muy desubicadas, criando y encajando laboralmente.  Los putos 40, crisis personales, crisis vaginales y crisis sociales. La mitad de la nada. Y ahora ahí están, cerquita, los jodidos 50, mas antes que después. 

-¿Qué hace una mujer a los 50?, ha preguntado hoy M.

-Ohhh, querida!! Muchas cosas!!. Todas al unísono. 
-Si, ya lo se, dice M. ¿Pero qué exactamente.?

MJ. analítica y hormonada, con la soja hasta las cejas, o eso se cree ella, iba a contestarle en una reflexión de marketing aprendida en las noches de guardia, tras visionarse el discurso de Steve Jobs en Stanford miles de millones de veces. Pero M. no la ha dejado hablar. 



Sabéis una cosa: - No me asustan los 50. De hecho quiero llegar cuanto antes y gritarlo a los cuatro vientos, como Carmen Lomana pero sin estirarme los pómulos hasta el coxis.
Quiero sentirme una nueva Alaska, una chica lovely con tanto hecho y tanto por hacer, quiero pasarme el día gritando, a Quién le importa lo que yo haga, a Quién le importa lo que yo diga.....

Todas la miramos fijamente, no está en éxtasis por la mierda de café jamaicano de contrabando del bar. No. Está brillante. 
Tiene una luz distinta. E incluso está más alta y con más patas de gallo.

M. cielo, ¿estás bien?, le pregunto.

No, está claro que no. Contesta.

-Llevamos años quejándonos de todo, ahora llevamos meses quejándonos de la edad, llevamos días quejándonos de los jeans de Mango que no nos caben, llevamos minutos quejándonos de los gases de anoche con las Mahou de la cena, frente a la tele, viendo el programa de Fran de la Jungla que está bueno que te cagas y todas queremos una jungla y después que aparezca el cochino y malhablado de Fran. En fin, no paramos de quejarnos.

-Buenoooooo, dice V. yo no veo al Fran ese, de lo que sea, yo solo veo el canal Divinity porque me gustan los anuncios.

M. mira a V. con cariño y le sonríe. 

Está claro que ha debido tener un encuentro en las redes sociales con algo parecido a la madre Teresa de Calcuta. Un día cualquiera por ese comentario M., que solo lee literatura francesa en lengua original, habría ignorado a V. hasta empequeñecerla.

-Ayer estuve toda la mañana en la planta de asistencia de día, del mejor hospital de esta región, en la planta 4ª, - empieza a contar muy lentamente. 
Esa planta está dedicada a oncología, es el lugar donde ponen los tratamientos como la quimio. Fui acompañando a una amiga. Ella tiene cáncer de mama en los dos pechos y está operada. 

V. al oír esto se agarra instintivamente sus dos tetas, decide permanecer así todo el relato.

M. continua, - como era temprano, no había mucha gente, todo está bien montado, amplio, tranquilo, no es nada cálido, pero tampoco triste.
Yo me sentía como una intrusa, como una pieza totalmente disonante en medio de un puzzle. Todo el mundo levantaba la cabeza a nuestro paso, los pacientes y los acompañantes. Estos todavía mas desgarradores que los propios enfermos. Yo no podía dejar de mirarlos, con esa resignación, conectados a una máquina que les proporciona angustia y malestar pero que en su infinita esperanza les garantiza su curación. Están aferrados a ella como una marioneta a los hilos que le dan movimiento.

Me he sentado como sin querer rozar la silla, como si aquello se pudiese contagiar, como si  mi gran pecado en esta vida fuese estar sana. 
Mi amiga ahora es plana, como una tabla de planchar. Tiene dos enormes cicatrices que le devoran la cabeza más que el tórax. Le gusta charlar sobre un viaje que hizo a una playa turquesa, donde se dejó llevar por una desbordante sensación de plenitud y realizó el primer topless de su vida. Se ríe a carcajadas. -Era fantástico, mis tetas flotaban en el agua y avanzaban por el mar al nadar como globos por un cielo de primavera.

Unas tetas, algo tan banal. ¿Qué son unas tetas?, ¿podemos vivir sin ellas?, ¿si nos dieran a elegir a cualquiera de nosotras, qué preferiríamos que nos apuntaran, qué preferiríamos perder? Con las cosas que contiene nuestro cuerpo tan absurdas y con nombres tan espantosos: duodeno, mesocarpios, anginas, bazos, tiroides etc...

¿Por qué el cáncer se ceba en las tetas de nuestras amigas? Joder! 
M. ha dejado la pregunta en el aire. 

Después de unos minutos sin saber qué decir y qué opinar, hemos cantado esta canción:


Y nos hemos puesto pavas....












1 comentario:

  1. Qué grande eres. Qué grandes que sois.

    Y ya la foto de Grand Central de fondo del blog, pa terminar de rematar.

    Lo cantaba el canadiense aquel que le decía a Lady Di que se dejara al Orejas y se fugase con ella: "18 ´til I die".

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