Estoy completamente cosmopolita, siento, pienso, divago, paseo como posesa cosmopolita. Mis pestañas tienen sentimientos cosmopolitas, mis caderas, mis dedos al tocar. Las texturas de mi alrededor tiene aire de ciudad, todo parece tatuado, con marcas de guerra. Cosmopolita es mi pelo, cosmopolita es mi mirada, cosmopolita mi forma de andar. Aparto todo lo que es limitado, para solo dedicar mi energía a lo grande.
A esos que se sientan en un café y miran su taza como planeando una seducción, nada al azar. Esa gente cosmopolita que no tiene apellidos, que no tiene marcas, que no tiene tendencias, que no tiene paredes, que si tiene un mundo para describir, que si tiene música en la horas muertas, que si tiene ganas, que si tiene tiempo, que no tiene prejuicios.
Tengo cosmopolita la razón, ahora más que nunca. No tengo intención de tener absurdas conversaciones no cosmopolitas, no tengo intención de vender mi alma al diablo vestido de puta.
Tengo cosmopolitas las ganas. Tengo que subir, avanzar por enormes calles, por avenidas kilométricas, tengo que entrar en los museos, en las bibliotecas, en el mundo de los que nacieron para enseñar. Para ofrecer. En el mundo de la experiencia.
Cosmopolita es mi cuerpo, cosmopolitas son mis intenciones.
Y sobre todo que tenga una acojonante seguridad cosmopolita.
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