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martes, 19 de enero de 2016

LA GENEROSIDAD

Voy a empezar con una cita de Winston Churchill, primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando le pidieron recortar las subvenciones al arte para dedicarlas a la guerra contestó: “Entonces, ¿por qué luchamos?” El Arte. Yo lucho por el Arte, ya que creo que el arte es el fundamento sobre el que se apoya la civilización, y tengo gran fe en la civilización.”

En fin. El Arte a mi modo de ver es eso tan completamente determinante y muchas cosas más. Pero en estos tiempos, el Arte queda denominado por una constante, el Arte, su elaboración, su difusión y su consumo es una gran acto de generosidad. En todos sus canales y procesos. Y así entiendo que ha sido siempre.
Recientemente el historiador, crítico y ensayista Francisco Calvo Serraller, ha tenido la magnífica lucidez para decir esta maravillosa frase; "una sociedad no generosa tiene muy difícil sobrevivir". Esto último puedo asegurarlo.


Vincent Van Gogh Almendro en Flor (1890)


La historia del Arte que es fascinante en todos y cada uno de sus ciclos, episodios y etapas, es el mayor acto de generosidad del ser humano. Ha permitido que de las mentes y de las creaciones individuales, de los procesos internos de talento, construcción e introspección y de las búsquedas particulares, podamos todos y cada uno de nosotros disfrutar y permitirnos acceder a la belleza, al intelecto, al ingenio, a las sensaciones, a la historia, a los placeres, a los conceptos, a las evocaciones, al sexo, a la materia, al espacio, a la perspectiva, a la verdad, a la muerte, a la vida, al vacío, a la inmensidad, a lo pequeño, a la ternura, al poder, al terror, a la envidia, a la lujuria, al dolor, al universo, a todo.

Y me quedo corta.

Algunos genios tan maravillosos como el impresionista Vincent Van Gogh dedicó toda su vida a crear y experimentar obras de infinita e incuestionable calidad que hoy disfrutamos y sentimos con el placer de enfrentarnos a una mente privilegiada y a una capacidad de expresión impresionante, y todo esto nos lo regaló sin recibir nada a cambio. 

Pero también está la parte recíproca del Arte. Hay que ser muy generoso para comprenderlo, vivirlo, amarlo. Es una acto de garantía. La generosidad nos hace evolutivos, el Arte nos hace críticos, ricos, despiertos, humildes, grandes y cultos. 
No creo que sea tan difícil comprender esto. Se ha dicho hasta la saciedad y no obstante hay que seguir convenciendo a los que están, a los que vienen y a los que nunca han creído en él.

Pablo Picasso. Retrato de Musa (1932)

Ahora circula por ahí una deprimente, casi cierta y algo paranoica leyenda negra de que somos cada vez más incultos. Si y no. Somos menos generosos, mucho, mucho más egoístas y sobre todo nada, nada objetivos.

Se ha perdido la amable objetividad, predomina el encasillamiento, no ejecutamos la alegría de la libertad, de la opinión propia, de la comunicación sin roles, sin estereotipos.

Y el arte y su cultura se empobrecen. Por que necesitan mucha generosidad, tiempo, amor y pasión. 

¿Estamos realmente preparados?







martes, 28 de octubre de 2014

WAITING IN VAIN

Me encanta parar en un semáforo y ver a la gente apresurada cruzar hacia sus mundos. Me encantan las madres que llevan las mochilas de sus peques y los cogen de la mano mientras charlan. Niños bien peinados que dan pequeños saltitos para avanzar por el paso de cebra. Inocentes charlas entre los hermanos. Mamas que empujan cochecitos y llevan ese look de superación mañanera que solo una superwoman que ha vestido a tres bichitos y luego se ha dado el retoque que ella sabe mantener, estilosa, arreglada pero informal. Padres estupendos haciendo lo más interesante de su día, con sus niños dando vueltas alrededor. 
Y la parada del tranvía. Estudiantes con las pilas puestas, chicas y chicos que se miran de reojo, la mayoría con sus cascos, su música, su rollo. La ropa bien pensada, sus intereses vitales controlados, sus energías programadas para comerse el mundo. Porque todavía creen que hay un mundo para comerse.



Todas las personas son fascinantes. Desde el interior de mi coche, creo imaginar sus historias, sus vidas de cartón pluma, espero que sean felices, que no les pase nada horrible, que los niños salgan del cole, que los padres vuelvan del trabajo, que los estudiantes disfruten de sus clases, que los que andan perdidos encuentren un meeting point, uno para apoyar el alma y otro para encontrar sonrisas.







Me encanta cuando por la noche la tierra huele. Me encanta que la humedad me envuelva. Me encanta que existan olores que no pueda reconocer. Me encanta tener percepción, odiaría ser de plástico. Porque hay gente de plástico. Los he visto. Peopleplastic. Me encanta no ser una peoplepastic. Han progresado mal.

Me encanta encontrar gente nueva, me encanta que no se agote la gente nueva, los he encontrado, PeopleNew. No saben nada de ti, es interesantísimo, podrías ser cualquier historia diferente a la tuya. Podrías inventar mil mundos de origen, mil vidas vividas, mil relaciones inexistentes y serías otra persona. Una PeopleInvent. Una usurpación de mi propio yo, una mentira bondadosa a mi búsqueda permanente, unas ganas horribles de tensar mi hilo rojo vital.




No me encanta formar parte de un subsistema de gente completamente corrupta, no me encanta ver sus caras en los informativos, no entiendo quien se creen que son, no merecen nada. No entiendo que ha pasado desde que cruzaban los pasos de peatones de la mano de sus padres en el camino hacia el cole, no entiendo que coño les ha pasado. Que mierda de educación social han recibido, que falta de integridad moral, que malas compañías, de que asquerosa toxicidad se han alimentado. Está claro. No son ni siquiera Peopleplastic, son PeopleShit. Son una mierda.

Ahora tenemos que ser todos PeopleLOLAILO, como si nada hubiera pasado. Felices como perdices. En las cadenas de evolución algo falla. De la inocente salida de casa camino al cole hasta las cúpulas de poder, hay algunos que se mean fuera. Eso es horrible, ni ellas ni ellos, tienen buena puntería. No hay nada más decoroso que mear bien, sin salpicar, sin manchar, sin perjudicar al que viene después, sin dejar huella. Mear dentro, con talento social es fácil, lo otro lo hace cualquiera, meada corrupta, se llama, la de la PeopleShit.

Para qué nos vamos a callar. Los que fuimos al cole y seguimos cruzando siempre por los pasos de cebra con dignidad de hacer las cosas bien, para que nos vamos a callar. Derecho al pataleo lo llaman. 
PeopleIntegrity.









martes, 22 de abril de 2014

LA AMAPOLA, BAUMAN Y EL "QUE TE LA PIQUE UN POLLO"

Esta mañana he salido de casa dispuesta a encontrar algo que necesitaba ver. He recorrido un largo camino por carriles de huerta, la vereda del río y algunos tramos de campo. Nada. No he conseguido encontrar ninguna.
Lo que buscaba y no he visto, era una amapola.
Ahora poseo una irritable frustración y me siento un poco sola.
Las recuerdo desde niña en las primaveras. Son mi debilidad. Por su fragilidad, su sencillez, su presencia efímera, su vulnerabilidad. Y especialmente por su enorme potencia vivencial. 
Cuando la vida tenía amapolas...
Cuando la vida tenía palabras y no emoticonos de mierdas con ojos, o caras amarillas o falsos besos en forma de corazón.
Es cierto hasta el dolor eso de que nunca valoramos lo suficiente aquello que tenemos, hasta que lo perdemos. 
Yo quiero ver una amapola.


¿Que es una amapola? Es un símbolo. Es mi símbolo. Adaptado a mi.

En los 80 las que teníamos más masa encefálica que tetas teníamos dos virtudes predominantes: las ganas de descubrir y las ganas de rebeldía. Yo recuerdo perfectamente que ante un chaval de tu edad, de cada dos frases, una siempre era la famosa, "mira guapo, que te la pique un pollo".  Brillante. Frase que claramente ha condicionado nuestros actuales símbolos. Cerrar etapas, romper barreras, madurar en las calles, no tener miedo. Y no tener emoticonos. Eso es un cuerpo amapola.

Porque he buscado en todos los móviles de mi entorno y a ningún capullo coreano o yanki se le ha ocurrido incluir la amapola como emoticono. Ja! deben de tener todos 30 años o menos. Madremía.

Anoche me preguntaban, ¿Define este momento? ¿eso de la modernidad líquida de Bauman y tal?. Me quedé flipada. La pregunta venía de un interesante estudiante de pedagogía de 23 años, directamente proporcional a su edad pero sin las gilipolleces de su edad. Y sin smartphone. 
Genial, pensé; he encontrado una amapola.
Según el libro de Bauman la tecnología, los mercados y la globalización han contribuido a que actualmente el ser humano se haya alejado de aquello que le mantenía unido, la sociedad. Ser independientes no es tan fácil, la liberación- emancipación, puede traer consecuencias a las que no estamos acostumbrados. Nos consideramos modernos, pero no lo somos. 
Pues a eso voy. ¿Volveremos a expresarnos con palabras?, ¿con las miradas?. ¿Sin pantallas?
Recomiendo leer el resumen del libro de Bauman.

Creo que cada vez que lo he intentado he fracasado. Creo que no creo. Creo que puedo y no me dejan. Creo que se puede pero no quieren.
Creo en la sociedad, no en los individuos asociales. ¿Sabemos respetar de igual manera al individuo y a la sociedad? Cuando no tratamos bien a los individuos, vamos mermando su entorno, su ámbito social y su pequeña vida.
El daño gratuito y el egoísmo. El Ok del whatsApp y el socorrido emoticono.

En fin. Mientras queden dos de 23 años con la cabecita amueblada y con educación, yo feliz. A estos no se la pica un pollo, a estos hay que mimarlos y protegerlos.   
A ver si alguien me añade ya de una vez el símbolo de móvil, "que te la pique un pollo, chaval". Sería cojonudo, sería adicta a él.















domingo, 11 de noviembre de 2012

NECIOS

Me encuentro algo confusa, por lo que no debería sentarme a escribir estando "algo confusa", dado que los inconvenientes de mi confusión me pueden llevar a expresarme con claridad.
Cuando soy más analítica y derivo a parámetros racionales, me relajo y acepto todo, como borrega indolente que no piensa, no cuestiona, no se cabrea, no opina.
Enredada ayer entre la prensa, leyendo mil artículos sobre la crisis económica y sus consecuencias, como tantos y tantos días, me encuentro de repente con una inmensa soledad.
Qué necios somos. Todos.
Aunque era más que evidente que esta crisis no nos traería solo consecuencias económicas, sino de valores, sentimientos, traiciones, bajezas, pánico, soledad... aunque todo lo que ocurre a nuestro alrededor es cíclico y antes se experimentó, caemos en los mismos errores y convertimos a nuestra sociedad en un lobo para la sociedad.
Una mujer, como yo, con una vida, con un hijo, con un presente y ahora sin ningún futuro, se ha arrojado por un balcón. No consigo quitarme de la mente esos pocos pasos de distancia entre la puerta de su "hogar" hasta el balcón de su "hogar" y lanzarse al gélido suelo, el mismo por el que accedía todos los días a su "hogar". Acabar con todo, para acabar consigo misma. Acabar con su vida, porque no tiene sentido para ella, no tiene sentido en una sociedad que la va a juzgar, la va a criticar, la ha minado, la ha decepcionado, la ha perdido, la ha abandonado.

No voy a tratar aquí el origen de su acto, más bien, me preocupa el análisis de su acto. Ella era conocida en su ciudad, vivía en un entorno confortable, de apariencias, de apellido reconocido.
¿Es el orgullo tan necio para no reconocer una pérdida?, ¿ocultar tus debilidades económicas te convierten en mala persona?, ¿es más poderoso el perder las cuatro paredes de tu cobijo, que alejarse para siempre de tus seres queridos?, ¿que nivel de angustia padecemos, para volar sin decir adiós?.

No la conocía, apenas he visto una foto suya en las portadas de los periódicos, rubia, con sus gafas de sol, tranquila, normal.

Qué necios fuimos pensando que aquellos que sonreían no sufrían.
Qué necios fuimos pensando que aquellos que nos protegían, no mentían.
Qué necios fuimos pensando que los que subían nunca caerían.
Qué necios fuimos pensando que los que amaban a un hijo, nunca se perderían.
Qué necios fuimos pensando que en los que confiábamos, nunca traicionarían.

Qué necios somos pensando que la mayoría protege a la minoría.
Qué necios somos pensando que la tranquilidad nunca nos abandonará.
Qué necios somos pensando que el dinero siempre nos salvará.
Qué necios somos pensando que el miedo nunca nos sobrepasará.
Qué necios somos confiando en quién nunca demostró confianza.

Todo es difícil; las soluciones eficaces deben existir, la capacidad de reacción debe esperarse, el lamento posterior no debe prolongarse. Lo injustificable no debemos consentirlo.


No he encontrado nunca sentido a las razones para quitarse la vida, no me pareció nunca una escapada, una salida. En mi opinión es una cobardía. La cobardía del miedo, del pánico y la desesperanza. Que no lo haya encontrado no quiere decir que no lo comprenda.
Pero hoy, en una sociedad con un enorme déficit de abrazos, a mi me queda una enorme angustia por no haber podido darle una abrazo a la protagonista de esta historia.









lunes, 20 de febrero de 2012

CAPITAL ERÓTICO

Hacía tiempo que no me pasaba esto. Me enfrento a algo, en lo que no tengo un criterio claro, una respuesta rápida.
Cuando creces acompañada de 44 compañeras de clase, y en casa, sólo chicos, hay algo que debes mantener bien despierto. Aprendes a pensar rápido, o bien para sobrevivir, o bien para quedar la menos tonta, entre las posibles tontas.
Me enfrento a lo que el poeta, ensayista y narrador, Fernando Aramburu llama con tan buen tino: "La belleza triunfal". “La inteligencia humana necesita ilusiones. Y quien las crea y vende, triunfa”.
Y todo esto, a causa de un artículo, una socióloga y un tema controvertido: El Capital Erótico de Catherine Hakim.

Para ella, este capital es uno de los cuatro activos personales, tras el económico (dinero), el humano (lo que se sabe) y el social (a quién se conoce), siendo el erótico el más complejo de todos. Este, es una suma de muchos factores como la belleza, el encanto, las aptitudes sociales, el estado físico, la habilidad sexual o la fertilidad. Convirtiendo a quién lo posee en un triunfador, especialmente en el mundo laboral. En los otros mundos ya es sabido que el estar cañón abre puertas....

Me quedo muerta, porque aparte añade que todos tenemos déficit sexual. Todos.

Lo primero que hago y a tope de curiosidad es buscar una foto de la autora de este texto, imagino que seguramente será una perfecta socióloga anglosajona, con cara de intelectual venida arriba y sobrada de atractivos. Entiendo que habla con conocimiento de causa y tiene un alto capital erótico.
Bien, la foto no me dice nada, o si me lo dice, me lo callo.



Se supone que la mujeres tenemos más capital erótico, porque le dedicamos mayor esfuerzo, a los hombres les resulta más atractivo y no es ilegítimo aprovechar el capital propio para realizar mayores ventas, o vendernos nosotras mismas. Los guapos/as se mueven mejor en sociedad y pueden negociar lo que sea.
Entiendo que sea un activo, dentro de los cuatro, un plus, no está mal. Está bien.
Siempre que alguna morsa no entienda que esto vale por sí solo y que no tiene porque estar acompañado de un bagaje intelectual.

Confieso mi placaje mental.
Las feministas convencidas, por supuesto, la han puesto verde, pero algunos otros le dan la razón, primero porque esto no es un invento suyo, tiene su origen en un sociólogo francés de la segunda mitad del S.XX Pierre Bourdieu, cuyos planteamientos Hakim utiliza y le da forma, insinuando que es una manera de poder dentro del capitalismo.



Fuera puritanismo, fuera tabúes, fuera encorsetamientos, fuera lo políticamente correcto, fuera formar el intelecto, fuera machacarse en cursos de 300H., fuera el pensar, fuera el doctorado, fuera el master, fuera los cuatro idiomas: la iniciación al chino y el ruso comercial.
Fuera la presbicia, fuera la celulitis, fuera los tutoriales online, fuera leer a Kant, Hegel, Schopenhauer, Heidegeer, o cualquier filósofo al que se le ocurra hablar de estética. Fuera lo teorizante, fuera lo complejo, fuera lo abstracto. Fuera los circuitos culturales, fuera la soporífera y agotadora carrera por cultivar el alma, fuera TODO.

Señoras inviertan en rentabilidad erótica. Señoras compren wonderbras, agoten los maquillajes, ligueros, lencería y demás accesorios. Señoras aprendan a humedecerse los labios, cruzar las piernas, dejar caer la mirada, dejar caer el tacón. Señoras, cómprense una talla menos, fajas y corsés. Señoras lean a John Cleland, al Marqués d'Argens, al Marqués de Sade, a Henry Miller, a Valérie Tasso, por decir algunos.
Metodología de la buena y marco teórico para una de las ideas más arrasadoras y seguramente más reales. No puede ser más chirriante pero más cierta.
¿En realidad, se basaría esencialmente en algo tan simple? ¿Los guapos o los más sexys tienen más seguridad en si mismos, gestionan mejor sus emociones y adquieren mejores aptitudes sociales?. Tal vez, sin generalizar.

El ser humano es tremendamente complejo, no existe nadie plano, no existe la felicidad asociada a la belleza, no existe la rentabilidad plena del atractivo físico, por sí solo, el rollo top model y poco más.
Las personas y las no personas (que en mi vida he trabajado con alguna), son ricas en matices, brillantes en posibilidades, amplias, profundas, variables.

Prefiero el sano intelecto, prefiero la bella inteligencia. E incluso el sexo inteligente.

Y ya puestos a Richard Gere, que me tiene convencida con su capital erótico. Muy convencida.



jueves, 15 de diciembre de 2011

UN DIOS SALVAJE



Si Dios es, ese ente que entendemos debe estar siempre de buen rollo.
¿Que pasa cuando tiene un mal día?
¿Que ocurriría?
¿Se llenaría el mundo de enfermedades causantes de dolor y tristeza?, ¿existirían miles de casos de Sida sin tratamiento por falta de recursos?, ¿montones de cánceres en gente joven jodiéndoles la vida y su entorno?, ¿se producirían terremotos arrasadores de vidas y ciudades?, ¿ocurrían guerras étnicas, religiosas, fratricidas?, ¿existiría una atroz trata de blancas y violaciones permanentes de los derechos de la mujer, turismo sexual de niñas y explotación del trabajo infantil?.

!!!Joder¡¡¡ Pues menos mal que oficialmente y a día de hoy, no se nos ha informado de que el señor Dios tenga un mal día. Estoy encantada del alivio.
No sé si como entidad, pero dentro de cada uno de nosotros hay un pequeño “dios salvaje”.
Yo personalmente pienso que vivir en sociedad ya es una salvajada.

No existe el modelo de vida ideal, of course. Ni existen los sistemas sociales perfectos, cierto. Las relaciones sociales son complejas y confusas, evidente.
¿Que es más higiénico, aceptarlas y encajarlas, adaptándose a una especie de sodomía permanente?
¿O por otro lado, ser muy anti-bourgoise y especialmente flatulento?
Seguro que lo primero, sin duda.

Pese a mi exagerada pasión por la literatura y época victoriana; de vidas encorsetadas, cortesías extremas, moral rígida, educación exquisita, saber estar permanente, de tiempos y protocolos estrictos, damas reprimidas, caballerosidad al límite etc. No creo que hubiera encajado en ella, ni media hora.



¿Pero por qué llevo tan mal últimamente, las permanentes muestras de bajeza moral, decepciones amistosas, colapso de sentimientos, el que te despachen con desaire, la sobrecarga de opiniones no solicitadas, las falsedades y pantomimas sobreactuadas, los capullos en vinagre en general y la mala educación en particular?
Seguramente se deba a una puesta en valor de mis propios sentimientos frente a la devaluación social.
Me aferro en plan histérico a una frase del tremendamente genial Fernando Savater, “Nada puede reclamarse cuerdamente a la vida”

¿Es absolutamente necesario que la vida sea tan hiperrealista?

Creo que soy demasiado exigente. ¿Pero con quién?

Claro, no son lo mismo unos boquerones en vinagre que un bacalao a la vizcaína. No.
Tampoco es lo mismo unas palomitas de maíz que unos buñuelos de manzana. No.
Ni tampoco es lo mismo la mortadela que un jabugo cinco jotas. No
Y así interminablemente.
Por ello no se le puede exigir lo mismo a todo el mundo. Cada uno tiene su capacidad psicomotora y su opendemind que la vida le ha dado. O que se ha buscado.

Parezco una vieja cascarrabias, quizá lo segundo, para nada lo primero.


En 2007, una soberbia Yasmina Reza, escritora, actriz y dramaturga francesa, escribe un libro con un argumento a camino entre: la idiotez colectiva, la trastienda humana, los instintos personales, las ganas de gritar y la corrección social.
Y las pústulas de las parejas que bajo la piel emergen en medio de los acontecimientos más banales. No lo he leído, prometo hacerlo antes de cumplir los 36. Pero para goce y alegría de mi cuerpo, he visto la estupenda adaptación de Polanski para el cine.
Una hora y media de psicoanálisis y terapia grupal.
Aconsejo verla.

No puedo dejar de pensar y darle vueltas a mi cuarto y mitad de cerebro, con la necesidad de, en ciertas ocasiones y ante ciertas personas, dejarse llevar por el instinto “salvaje”, la incorrección y las jodidas ganas de decir cuatro verdades bien dichas. Y luego “aquí paz y después gloria”. Sin ser groseros pero directos, con clara dignidad verbal. Y gestual, si llega el caso.
Sinceramente debe sentar de maravilla. E incluso lo compararía con algo bastante escatológico, pero eso lo dejo para otros.

En fin, que Dios me perdone.
O, ¿lo tengo que perdonar yo a él, por tener un constante “mal día”?
Paso de perdonarlo, que para eso es Dios.