Me encuentro algo confusa, por lo que no debería sentarme a escribir estando "algo confusa", dado que los inconvenientes de mi confusión me pueden llevar a expresarme con claridad.
Cuando soy más analítica y derivo a parámetros racionales, me relajo y acepto todo, como borrega indolente que no piensa, no cuestiona, no se cabrea, no opina.
Enredada ayer entre la prensa, leyendo mil artículos sobre la crisis económica y sus consecuencias, como tantos y tantos días, me encuentro de repente con una inmensa soledad.
Qué necios somos. Todos.
Aunque era más que evidente que esta crisis no nos traería solo consecuencias económicas, sino de valores, sentimientos, traiciones, bajezas, pánico, soledad... aunque todo lo que ocurre a nuestro alrededor es cíclico y antes se experimentó, caemos en los mismos errores y convertimos a nuestra sociedad en un lobo para la sociedad.
Una mujer, como yo, con una vida, con un hijo, con un presente y ahora sin ningún futuro, se ha arrojado por un balcón. No consigo quitarme de la mente esos pocos pasos de distancia entre la puerta de su "hogar" hasta el balcón de su "hogar" y lanzarse al gélido suelo, el mismo por el que accedía todos los días a su "hogar". Acabar con todo, para acabar consigo misma. Acabar con su vida, porque no tiene sentido para ella, no tiene sentido en una sociedad que la va a juzgar, la va a criticar, la ha minado, la ha decepcionado, la ha perdido, la ha abandonado.
No voy a tratar aquí el origen de su acto, más bien, me preocupa el análisis de su acto. Ella era conocida en su ciudad, vivía en un entorno confortable, de apariencias, de apellido reconocido.
¿Es el orgullo tan necio para no reconocer una pérdida?, ¿ocultar tus debilidades económicas te convierten en mala persona?, ¿es más poderoso el perder las cuatro paredes de tu cobijo, que alejarse para siempre de tus seres queridos?, ¿que nivel de angustia padecemos, para volar sin decir adiós?.
No la conocía, apenas he visto una foto suya en las portadas de los periódicos, rubia, con sus gafas de sol, tranquila, normal.
Qué necios fuimos pensando que aquellos que sonreían no sufrían.
Qué necios fuimos pensando que aquellos que nos protegían, no mentían.
Qué necios fuimos pensando que los que subían nunca caerían.
Qué necios fuimos pensando que los que amaban a un hijo, nunca se perderían.
Qué necios fuimos pensando que en los que confiábamos, nunca traicionarían.
Qué necios somos pensando que la mayoría protege a la minoría.
Qué necios somos pensando que la tranquilidad nunca nos abandonará.
Qué necios somos pensando que el dinero siempre nos salvará.
Qué necios somos pensando que el miedo nunca nos sobrepasará.
Qué necios somos confiando en quién nunca demostró confianza.
Todo es difícil; las soluciones eficaces deben existir, la capacidad de reacción debe esperarse, el lamento posterior no debe prolongarse. Lo injustificable no debemos consentirlo.
No he encontrado nunca sentido a las razones para quitarse la vida, no me pareció nunca una escapada, una salida. En mi opinión es una cobardía. La cobardía del miedo, del pánico y la desesperanza. Que no lo haya encontrado no quiere decir que no lo comprenda.
Pero hoy, en una sociedad con un enorme déficit de abrazos, a mi me queda una enorme angustia por no haber podido darle una abrazo a la protagonista de esta historia.
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ResponderEliminarNo lo había leído hasta ahora, desde el móvil solo leí esa palabra Necios...
Y desde luego, te doy rotundamente la razón, no sé hacia dónde nos lleva este mundo nuestro, pero sin duda, lo que vemos a nuestro alrededor que nos sorprende muchas veces lo hace precísamente por ese motivo, porque somos necios ó tal vez solo demasiado inocentes, no sé...
Gracias Independent, un tema duro, besos...
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