domingo, 4 de enero de 2015

EL CLUB DEL PAVO

Según he leído en un magazine en una de esas mañanas que no tengo que pasar la mopa por mi ojera y el supercorrector neutralizador de patas de gallo por el suelo de la casa. Hay un asteroide de tan sólo 1 km de diámetro y que está identificado con el número 1221 que se llama Amor. Da vueltas alrededor de la Tierra, pero cómo no está en órbita contra nosotros si no con nosotros no va a impactar nunca con la Tierra. O sea, el Amor pululando por la estratosfera, sin llegar a contactar. Je,je,je.
No digo nada más sobre este tema.

No obstante no confío nada en los asteroides, soy más de confiar en la evolución sistemática de la persona en conexión con los sentimientos ajenos, es decir, empatía y más empatía.



Un grupo de señoras nacidas en el siglo pasado, bien analizadas desde el punto de vista físico, mental, y emocional han coincidido en el espacio/tiempo de una pequeña ciudad. La cuestión no es quien tiene la cocina más mona con el último diseño italiano de pomos anti grasa, si no quién tiene la mejor racha sin estrés para poder colocar a la sobreviviente un monumento en la Plaza de Santo Domingo de la ciudad de Murcia. 
Hemos cumplido con las expectativas. Las de los demás, no sé si las nuestras. Los niños monisísimos, el equilibrio a lo Melrose Place con la pareja, los estudios, la formación, la buenas formas, ¿el hola que tal?, adictas a la evolución activa, no pasiva, sin energías tóxicas, sin caramelitos de menta, sin baños de chocolate, con un plus de curro y de gestión de contenidos.

Quien no lo entienda es que no tiene las dos hormonas coordinadas para comprender que cumplir más de 40 y ser divina "full time" tiene mucho de empeño y poco de casualidad.

Pero en general no tiene nada de meritorio convertir un estado de edad física en una reivindicación digna de la afinidad con las amigas y del apoyo incondicional. ¿Si no nos apoyamos entre nosotras, quien nos va apoyar?. No tenemos nada que ver con el pasado, pero si mucho con el futuro. Somos el eslabón, formamos con más o menos conciencia un serio intervalo femenino. Podemos cambiar los roles, los prototipos, las ideas excluyentes, formatear nuevos discos duros y ponerlos en valor.

No vivimos en Nueva York, no tenemos culo de portada, (bueno esto porque no queremos), no necesitamos propaganda, no necesitamos ecos sordos. Solo necesitamos confiar en nosotras mismas. Confiar hasta que nos salga fluida por los cuatro costaos. La confianza en que la edad perfecta, para hacer, deshacer, convencer y empezar miles de veces, es la nuestra. 
Power, power.



Hace unos años mi amiga Cristina de A Coruña, una morena de una inmadurez aplastante a los 20, por lo que supongo que tendrá una madurez de masa de pizza a los 40, me decía que todos los días al despertar ella tenía un nombre para definir el sabor de ese despertar. El caso que al ser lo único con gracia que consiguió decir los meses que dormimos juntas, le seguí el rollo. Según la luz, pensábamos en un cuadro de los que tanto nos fascinaban de la ciudad donde vivíamos y antes de salir de la cama, decíamos en voz alta: hoy el día sabe a...

Hoy al despertarme tras una noche mejor que guays rodeada de amigos, me he acordado de la anécdota de Cristina. Lo gracioso es que la mayoría de los días, nuestro día siempre sabía a Boticelli. A Sandro Boticelli.
Pues sí. El nacimiento de Venus, tiene mucho de color  y sabor moderno para despertar las energías de las señoras de 40. Porque yo estoy convencida que hemos salido de la concha, en formato perla dura sin brillos estridentes, con calidad para una pieza de joyería pero sin gilipolleces de "porque yo lo valgo". Cabezas amuebladas, autocontrol según el día, sentido del humor en toneladas de quehaceres mundanos.

El estímulo, desde mi punto de vista, no es interpretar los estereotipos de Sófocles. La ironía trágica, el conflicto entre la realidad y la apariencia no debería preocuparnos. La vida tiene un formato múltiple, los cambios son buenos, el trabajo bien hecho atrae héroes, los días mustios se viven siempre mejor en compañía, la gente ingrata no tiene ningún mérito, es fácil ser muy imbécil. Es muy difícil ser una persona íntegra.

Se puede intentar, no hay mayor satisfacción. Abrir la puerta de tu dormitorio y que el pavo de mirada fundente te diga: "Pero que mal aspecto tienes flaca a las 3 de la mañana, ven aquí que te cante una nana y te presente a Boticelli"