miércoles, 18 de julio de 2012

¡QUE SE JODAN!

Andrea Fabra estaba cansada de su anónima existencia. Jodida interiormente por no ser París Hilton y caminar entre flashes en Saint Tropez, que rubia obliga y que Castellón se parece mucho al pastoso Beberly Hills.
Muy jodida por las malditas hormonas que la tienen en esos días que no sabe nadie como se te pone el humor, irascible, tensa, hinchada, agotada.
Jodida porque se había quedado sin batería en su Iphone 4S diez minutos antes de que el cansino de Marinao Rajoy comenzara a hablar de aburridísimos recortes, y ella sin poder twittear con su amiga de Benicasim acerca de las ingles brasileñas en su versión última para poder ponerse el bikini Chanel, comprado este, en la boutique de Ortega y Gasset. Compras que realiza cuando sale a toda leche del Congreso, angustiada y agobiada de sus enormes responsabilidades de diputada. Que no se puede imaginar nadie, lo que cansa el Congreso.

Y así estaba, la pobrecita, cuando sin darse cuenta, sin la más mínima intención, sin poder contenerse, sin conciencia de su soez de niña bien, sin controlar esa su hormona, le salío, pronunció por su linda boquita, esa malsonante y bochornosa expresión. Barbie de extraradio (Melendi dixit).

Pero yo lo he entendido todo y quiero apoyarla desde aquí.
Por supuesto ella no se dirigía a los parados. Primero porque en el salón de sesiones del Congreso no había ninguno, de eso estoy casi segura, y para qué gritar a quién no te oye. Tampoco iba dirigido a los diputados del PSOE, ¿para qué?, si ella ya sabe que están superjodidos. Sin ZP (tan divino), con Rubalcaba (tan terrenal), sin gobernar, sin aspiraciones, sin conciencia, sin crisis...

Ella gritó su desafortunada y directa expresión a aquello que por supuesto es digno de ser jodido:

*A Clara Campoamor, por su lucha por dar visibilidad a la mujer en el escenario político de la España de principios del XX, ofrecer la oportunidad a todas nosotras de participar activamente en la vida política, poder votar, tener voz y sentar las bases para que mujeres o en este caso pseudomujeres como Andrea Fabra, estén donde han llegado a estar.
A todo esto, ¿Sabrá Andrea Fabra quién es Clara Campoamor? Tengo mis dudas...



*A los padres de la Constitución, que ahí lo dejaron claro, la libertad de expresión, la libertad ideológica, la libertad de opinión, la de 1978. Que la nena ya había nacido. Ella que siempre fue Loreal, porque yo lo valgo y nadie más, gritaré a pulmón completo y con todas mis energías, ¡Qué se jodan!, soy libre de gritar como diputada y ante quien me salga de mis ovarios.

*A los decoradores del Congreso, pero qué rancios, qué poco chic, qué aburridas alfombras, lámparas, cortinajes, que poco gusto. Y encima ese señor de la barba con su tono-politono.

*A los que la votaron, para que estén muy arrepentidos (espero).

*A sus profesores de la facultad de Derecho, que no confiaron en ella lo suficiente, incluso que no valoraron debidamente sus fantásticas dotes de autoconfianza y verborrea política.

*A los que estaban de vacaciones en ese momento. Imposible de soportar, ella currando y esos vagos paseando por la playa o en el chiringuito. ¡Que se jodan! ¡Ya volverán!

*A los del Barça, que le han quitado a Jordi Alba del Valencia CF, y este era su preferido.

*A la dignidad, desánimo, angustia, tristeza, confusión, desamparo y más atributos insustanciales que algunos ahora manejan cuando por las mañanas no les suena el depertador y no encuentran el camino de la oficina. ¡Que se jodan! por torpes, por melancólicos.

*A la sociedad en general, por tener ella un sueldo digno, confortable y este merecer todo su respeto y solidaridad. Ganado con el evidente sudor de su frente y con los millones y millones de currículums dejados en Infojobs. No puede ser solidaria con quién no tiene un sueldo confortable.

He visto el video del momento ¡Que se jodan! varias veces, varias veces muchas. Su  descarada expresión de borde y de chica a por todas, y ese peliculero: jamás volveré a pasar hambre. Todo en ella me recuerda a ciertas épocas del colegio. Cuando alguien caía castigado y el resto, todas inmisericordes, nos regodeábamos en el dolor ajeno, en la saña por el placer de que se joda, por pava, porque mañana seré yo y no habrá piedad. Delante de la autoridad, como niñas buenas, sin acritud, solo con maldad...