lunes, 31 de enero de 2011

PUNTITOS

Se ha devaluado el estilo.
Quizá es una afirmación un tanto particular y subjetiva, pero estoy completamente de acuerdo conmigo misma.
El estilo entendido como una forma de vida, el estilo de tener estilo, no vinculado al dinero o al lujo, sino a la actitud, especialmente perdido, muy perdido en el género masculino.
Me apetece morder a los hombres, darles caña. Tengo ese día.
Estos necesitan algo más que un buen traje a medida o uno brillantes zapatos ingleses, es algo mucho más intenso.

Me gustan los tipos que dejan estela, un rastro de luz a su paso. Los que tienen la virtud de iluminar la vida de uno mismo.
Me gustan los hombres con estilo, con uno propio, el que sea, pero imprimiendo carácter y personalidad, variedad a lo anodino.
No todo es distinción o clase, aunque eso este de miedo. Abogo más por el que se forma desde la peculiaridad, el carácter o una expresión particular concreta.
Que no le guste vivir oscuro, dentro de la más fachosa mediocridad, dentro de la más triste vulgaridad.

La inmensa mayoría de los hombres que me rodean, y en algunos decir hombres ya es un alto honor, son solo un punto, un punto concreto del Puntillismo más Seurat. Puntitos de colores que forman un bonito panorama social, puntitos todos iguales, simétricos y perfectamente colocados. No esta mal que haya puntitos.
Pero los que dejan en el recorrido algo propio, los que salen de lo habitual. Entonces pasan de ser puntitos a girasol, uno de Van Gogh.

Muchos se pasan la vida buscando su estilo propio, en manuales de estilo, en estilistas, en el Vogue, o algo parecido. Lo veo imposible.
Hay que nacer inquieto y sensible. Para cultivar girasoles.
Tener un estilo propio se curra, hay alguno que se piensa que tiene un auténtico estilo innato, y en realidad es la suma de muchos estilos distintos, la copia de unos estándares repetidos e incrustados en la sociedad.

Pero lo que si está completamente perdido, macro devaluado y extinguido casi como el pobre tigre blanco, es la seducción.
La seducción masculina, y ya puestos la seducción con estilo.
Considero con profunda tristeza la perdida de semejante talento, es que no aguanto el dolor, espantoso.

El sufrimiento que esto me produce, no me deja ni respirar, hiperventilando que estoy.

Tengo en mi retina y clavado en lo más profundo de mi hipotálamo un hombre seductor con mucho estilo, el mejor jamás creado. El Vizconde de Valmont, de Pierre Choderlos de Laclos.
No sé si puedo continuar escribiendo, solo pensar en él pierdo la noción de mi misma.
La seducción mas vil y elegante, la más agotadora, la más depravada, la más erótica.




Si me atengo a la película que puede considerarse una perfecta obra maestra, magistral John Malkovich. Cálidamente feo, sin torpeza, estremecedor, delirante.
El Vizconde de Valmont era un gran cabrón seductor con estilo, con tremenda elegancia, convencido hasta decir basta de su capacidad irreprochable persuasiva y malévola.
Pero su virtud de combinar lo deleznable y perverso con lo más sugerente y adorable, es especialmente irresistible, por lo menos para mi.
Hoy en día no sería ni puntito, ni pipa, no sería nada, seguramente acabaría en un talk show de capullo de turno.

Hay una enorme distancia entre cualquier tipo con buena labia, con algo de gracia, con arte para adular y convencerte de lo maravillosa que puedes ser o llegar a ser y bla bla, bla, con un auténtico seductor con estilo, con rabioso estilo vital.

Su forma de mirar, besar, sonreír, andar, susurrar o traicionar, hasta para traicionar hay que tener un enorme estilo, el mejor.
Si llegara el caso, cosa poco probable porque no existe en este hemisferio ni un solo heredero de una milésima Valmont, yo de ser traicionada, lo prefiero con estilo, que me deje tan noqueada, tan absorta en su desplante, que no pueda reprochar nada, porque ante un buen plantón con estilo, sucumbo.
Aunque seguramente y como me conozco, le de caza y lo asesine lentamente. Envenándolo con cicuta depositada en mi mirada, como en la antigua Grecia. Envenenado sin estridencias, sin sufrimiento inútil, con estilo Independent.













viernes, 28 de enero de 2011

LOS FUERTES

Hay rachas en la vida de cada uno que a la fuerza y sin más narices tiene que sacar todo su mejor yo, para de alguna forma sobrevivir a ciertas situaciones.
En estos momentos el que es fuerte por naturaleza aguanta lo que le echen, y encima mantiene el tipo con cara de: me encuentro fenomenal y los demás os pasáis de histéricos. Y a parte, este, reparte ánimos, buen rollo y aporta con entereza, salidas y soluciones donde todo es gris casi negro o negro negrísimo.  El débil pues eso, asume su papel y los demás sabiendo de su respuesta, lo consuelan y lo miman.
Ni unos son más guapos que otros, ni tienen mejor o peor vida.
Los roles de este tipo son intensamente agotadores, en ciertos casos y sin darte cuenta no puedes cambiar de chic, porque entonces como que decepcionas e incluso lo que es peor, careces de derecho a tener un cambio de tercio. Todo el mundo espera de ti una reacción y desilusionas soberanamente. Como cuando un día que amanece con un sol radiante y luminoso te invita a tirarte a la calle y de repente sin venir a cuento se llena de nubes, refresca y se transforma en desapacible, lo que era ¡vaya que día más chulo!, pasa a ser una auténtica mierda de día.
Y a lo que voy, ahí te quedas, con cara de: ¿donde están mis derechos a ser reconfortado?, ¿a recibir aliento?, ¿por qué todo el mundo da por hecho que me encuentro de putísima madre y no me han mirado por dentro?, ¿qué tengo que hacer para reclamar mi parcelita de cariño?
Vale, nací fuerte pero no soy de piedra, tengo intestinos, venas y cartílagos que acusan el dolor, que por las noches no me dejan respirar y me los como con patatas. Que me preguntan, ¿a nosotros porqué no nos llama nadie?, nos sentimos tristes y ¿no nos quieren?
En estos casos tienen que hablar con todos ellos, tan orgánicos, tan delicados y proponerles un plan. Mis queridos intestinos, venas y cartílagos vamos a jugar a que somos de distinto cuerpo, yo te consuelo a ti, como si no nos conociéramos de nada y tú luego lo haces conmigo. Charlamos y me cuentas que te preocupa, que añoras y porque estás triste, como si yo no supiera nada. Nos convertimos en consuelo del abandonado y entre nosotros nos hemos sacado del entuerto.
Para el que no lo pille, que tú mismo te animas, giras la perspectiva, arrancas de donde se haya escondido un “yo puedo, porque creo en mí” y se acabó.
Pero a veces y con el paso del tiempo, concentrarte en el me recompongo yo solo y me levanto más fresco que una lechuga, pues que no, que no te sale, ni a la primera, ni a la segunda, ni a la de ¡tres!
Te has quedado bloqueado y tus óptimos y socorridos recursos de machote/a soy y como machote/a me comporto, se te han desmoronado. Y entonces, ¿quién cuida al que cuida?
Pues muchas veces nadie, porque el resto son unos débiles o sencillamente porque ninguno se ha enterado.



sábado, 22 de enero de 2011

LA GENERACIÓN DEL ORFI. CUERO ROJO

Todas están deseando que les cuente mi última escapada a Madrid, andan revueltas por las enormes expectativas que yo misma sin darme cuenta les había transmitido.
En fin, era un fin de semana en plan de: hago todo lo que tengo que hacer y ya está. Y no me vuelvo sin haber hecho lo que tenía que hacer. Ellas lo entienden perfectamente, que para eso estamos hermanadas y compenetradas.
MJ. está con la boca llena de croissant, dice que tiene un hambre que se muere, lleva dos días encerrada en el hospital y se le ha quedado el cuerpo hecho un asco de tomarse a escondidas los whiskys con cola para aguantar las noches, y que no come nada porque todo sabe a puré de patata.
V.  le contesta que no puede ir por ahí diciendo que toma whiskys en las guardias, no queda nada bien.
Por supuesto, MJ. ha contestado que solo es un dedito y que lo hace todo el mundo.
Todo el mundo, no. Seguro que no. Dice M. y se pone muy seria como ella sabe.
Bueno todo el mundo no, puntualiza MJ. solo yo, y otra que tiene una hernia discal que le duele bastante y así se hipnotiza.
Nos miramos todas, vayan plantel de enfermeras tiene esa planta……..
M. insiste, nena cuenta, cuenta lo de Madrid.
Bueno, a lo que ya sabéis, les digo despacio, resultado negativo: alineación indebida, muchos fuera de juego y tres saques de esquina.
Ah¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡, dicen todas. Pues vaya, que mal ¿no?
Si, pero he hecho muchas compras y especialmente me he traído una cosita que se os va a encantar.
MJ. que ha terminado el segundo croissant, me mira y me pregunta – ¿Pero algo para compartir o de uso exclusivo?
Pues mira que no lo sé- contesto. Os cuento la historia ¿vale?.
Si, venga plasta, dice V. que hoy tengo prisa, debo de atender a unos clientes de Alicante, de los que se me ha olvidado todo: donde tengo que recogerlos y a la hora que he quedado.
Dios Mío, V. ¡eres muy torpe!
Si, lo sé, dice en tono lacónico, pero luego les invito a un vino de 40€ y unos orujos blancos y se van tan contentos, eso nunca me falla.
Bueno, estoy –intento contar-, paseando por una de las calles de Madrid que tantas tiendas tiene y que tanto ambiente aporta, y de repente me centro en una que no me sonaba de otras veces, que seguro estaba ahí, pero vamos yo no la recordaba.
Tienda de ropa de cuero total. Mola.
Entre macarrica y glamuroso, pienso para mí, a lo mejor un supervestido de cuero negro me viene de perlas para la Semana Santa, o sea, que estoy pensando en la blasfemia y veo en el escaparate cierta prenda.
En medio de todo hay colocado con soltura y alevosía, para que no puedas dejar de mirarlo, un tanga de cuero rojo, chulísimo.
Dicen todas, Guauuuuuuuuuu.
Si. Irresistible. Por ello y por nada más, me adentro en la tienda y lo cojo. Nos podéis imaginar, suave, bonito, sugerente….. Lo agarro con ansia por si no hay otro, y este desde luego ya no me lo quita nadie y con disimulo entre montones de cazadoras a lo Loquillo me pongo a realizar una inspección en profundidad.
Creo que me lo llevo. Aunque de entrada le empiezo a ver un problema, el cuero huele a cuero. Vamos, que si voy a salir monísima de caro perfume italiano, pues esto puede dar el cante. Esto no apacigua mis ganas por el tanga, estas van creciendo por momentos. Me acerco a la caja y me empieza a dar la timidez, en la tienda solo hay tíos y yo voy con el tangita en la mano, un poco destroller. Lo arrugo disimuladamente mientras espero mi turno. ¡Qué largo se me está haciendo!
Cuando llego al mostrador hablo con el dependiente sobre mi compra, a este no le sobra un palmo de piel sin tatuajes, de hecho no sé si ve bien porque tiene uno dentro del ojo, o eso creo, vamos tiene un ojo rarísimo.
Le pregunto el precio.
32€, contesta. ¡Uf! me parece muy caro, pero claro, está muy bien confeccionado, me engaño.

Estoy encaprichada, me lo llevo. Cuando lo vuelvo a manosear para dejarlo en el mostrador, me fijo en la etiqueta, ¡anda!, ¡no me había dado cuenta de la etiqueta!.
La leo. Los simbolitos pertinentes y en letras grandes, pone. LIMPIEZA EN SECO.
???????????????????????????????
Todas abren la boca y pestañean rápidamente. ¿Limpieza en seco?
Si, digo melodramáticamente. Un desastre.
Un desastre, un desastre, todo me gira allí en medio de la tienda.
No me veo llegando a mi tintorería de toda la vida, la de los hermanos Gómez, tan correctos ellos, tan tradicionales, tan preocupados por el origen de cada mancha, y yo con mi tanga de cuero rojo. No me veo.
Va a ser que NO, dicen todas entre suspiros.






lunes, 17 de enero de 2011

EL SENTIMIENTO PERFECTO

Prácticamente todos los sentimientos pueden ser expresados de una forma u otra, no cuesta mucho. Los típicos como alegría, tristeza, furia, miedo etc. son aburridísimos y poco motivantes.
Los que tienen sustancia como la pasión, la rutina (si, considero la rutina un sentimiento) la gente-rutina es lo más fútil que existe; la melancolía (esta es muy contagiosa), y otros muchos, son íntimos y muy inherentes al momento vital de cada uno. Son la quintaesencia del día a día, por los que nos movemos y nos regimos, los sentimientos trascendentales que nos mueven pero que van y vienen. Son como el mar, un día está en calma, azul, brillante, sugerente, tranquilo, suave, otro día puede estar completamente revuelto, bravo, impresionante, fuerte, gris, depende de cómo gire el viento, de la posición de la luna, de las corrientes marinas, de las borrascas, de los anticiclones.
Exactamente igual que los humanos, compaginamos distintos sentimientos en un complejo entramado del yo frente a mis circunstancias y ellos contra mí.
Los sentimientos se pueden dividir en dos grupos claramente diferenciados, con los que nacemos innatos a cada uno y los que adoptamos según como me vaya la cosa. Los expresamos a través de acciones y de inacciones, de manera directa, de manera sutil, con contención, con mucha expresividad, con dignidad, con prepotencia, con vulgaridad con tantas y tantas formas como seres somos.
Los hay de tradición cultural, aferrados a nuestra posición de latitud y altitud, es decir mediterráneo, anglosajón, oriental, caucásico etc… De estos ni opino, ya se ha dicho bastante.
Pero hay uno, existe uno, por el cual tengo especial debilidad y que en los últimos días ha aparecido ante mí con la fuerza de una mirada enamorada, quizá la del primer amor. Uno que cuando te asalta y sabes controlarlo es fantástico, uno que es complicadísimo de expresar, no tengo ni idea de cómo se hace, se cómo se siente. Cuando lo ves en acción no sabes si has de gritar, callar, si has de sonreír o llorar. Ni idea.
La lealtad.
La lealtad, parecía pasada de moda, pero está entre nosotros. La lealtad a la amistad y al amigo es una corriente voraz que puede convertir en sublime un momento desastroso. Es tan bonito tan rabiosamente hermoso, que alguien demuestre por ti lealtad sin vacilaciones, solo porque eres tú y porque te has ganado ese honor. La lealtad incondicional sin esperar absolutamente nada a cambio es un completo milagro del hoy.
En el antes existió. Típica y admirada era aquella del caballero a su dama, a su religión, a su rey, a su tierra, a su apellido. Y se moría por lealtad.
Yo hoy la considero en gran desuso y bastante denostada, en un mundo de total egoísmo y superficialidad.
Y de repente ha aparecido con fuerza pero a la vez con discreción, como debe ser, el que alardea de mucha lealtad, será posiblemente un gran traidor y mentiroso. De la lealtad no se alardea, por eso, porque se construye como un sentimiento intimo que se rescata del cajón para utilizarlo cuando se necesita, solo para cuando de verdad se necesita, en los momentos que el amigo te busca y por supuesto estás, para lo que haga falta, amigo.
Quiero con estas palabras levantar una lanza a favor de los que hoy están demostrando su lealtad más incondicional al amigo afrentado, porque en esta historia de lealtades, no existe el rollo romántico, pasteloso, o blandengue existe la lealtad con cojones, o no existe, punto.

viernes, 14 de enero de 2011

LA GENERACIÓN DEL ORFI. Presentación.

La Generación del Orfi, es un grupo de chicas que un día se levantaron de la cama siendo mujeres de bandera y nadie se dio cuenta.
Ni más altas, ni más monas, ni más reconocidas. Excedentes de la universidad de los 80, cultivadas en la movida y en los inicios de la liberación machista de casposa herencia materno-paterna.
Enamoradas con raciocinio y con capacidad de elección, casadas y emparejadas en el amor consciente, lo consciente que se puede ser sin un par de buenos tangas, porque eso da poder, mucho poder. El mismo que aparenta un jugador de rugby neozelandés en su momento más haka.
Acogidas con civilizada cortesía por una sociedad pueblerina en una ciudad media, de interés medio, de diversión media, de cultura media y con mucha clase media.
Entregadas con auténtica devoción a diversos infantes que llegaron en el momento preciso en el lugar elegido y con los mismos mocos, virus y tiernas miradas, que han existido desde que el mundo es mundo y la mujer tiene útero.
Porque estas seis protagonistas de la Generación del Orfi, tienen útero. Pero no es un útero cualquiera, no, es el útero de la inteligencia y la habilidad más femenina. Donde todo te empieza a importar un cuerno. Cuando desde el útero te sube esa refrescante sensación que primero te acojona y luego te libera. Entonces en el escaso tiempo que dura el café de primera hora,  las seis se transforman en hechiceras con regusto a mousse de chocolate, acompañadas de chic francés, modales mediterráneos, versión Sade-Madonna y mucho, mucho urban-casual look.
Necesitan construir su vida, derribar y volver a construir. No necesitan el facebook para matar horas que para eso ya existe una magnífica costumbre española que es adentrarse en el Corte Inglés, a cualquier hora y por cualquier motivo, tradición sagrada, of course. No necesitan una introducción a la optimización de los recursos en la empresa, o un máster en calidad, ni gestión de habilidades sociales para mejorar la comunicación con el cliente, rollete feeback, ni por supuesto lecciones de asertividad.
No se decantan por el puro esnobismo, ni por la vulgar apatía, ni por posicionamientos contradictorios, contradictorios a su eterno femenino. Les encanta ser mujeres y se sienten todas consecuencias de un acto perverso, de una eclosión inmaterial con trasfondo de mojito cubano.
Saben lo que quieren y no les importa demostrarlo, eso sí, sin acritud que de bordes no tienen un pelo, son más bien sugerentemente positivas y por supuesto, irresistiblemente cuarentonas.
Y para ello solo necesitan su mutua compañía, el café del desayuno en el bar y nula presencia masculina, que de eso se trata, redescubrir la amistad femenina  y el placer de recuperar el tiempo perdido, interrumpido por una vertiginosa década dedicada con innegable voluntad a la delirante combinación casaniñostrabajomarido.
Esta complicidad que a los “otros” les cuesta encajar y que por ello se sienten alejados, insignificantes, maltratados, despechados y con la soberbia de tener un trío de dos bolas y un taco entre las piernas, alcanzan a definir con malgastada verborrea, esto es solo “cosa de chicas”.
Una de ellas es adicta al Orfidal (lorazepam en 50 comprimidos).

sábado, 8 de enero de 2011

ELEVEN

Transcurridos ya algunos días del 2011 y con la mala prensa con la que el pobre año iniciaba su andadura, con tan tristes augurios, pronósticos nefastos y mucho sálvese el que pueda, a mi por compasiva, eleven me gusta como suena.
Comenzamos una nueva década, superando una de fascinante engaño y boom económico. Esta llega como un poco segundona, es como cuando terminas la parte superior de una caja de bombones y sabes que abajo queda otra, la fila de abajo, todos ahí ordenados, esperando que le hinques el diente. Pero aunque igual de sabrosos y sugerentes todos son repetidos, vienes totalmente empachado de la primera fila. Nosotros estamos empachados, de la crisis de mierda y de la falta de claridad mental que los que gobiernan han conseguido transmitirnos, políticos grises de programas indefinidos con contradicciones angustiosas, sin luz, deseando que se vayan y que no vuelvan.
Una nueva década no debería haber empezado con tanta inquietud, malos rollos y miedo escénico.

Por ello y para cambiar este pesimismo colectivo yo creo justa y necesaria una  Revolución, una de las buenas.

No ideológica, no vinculada a ideas de incultura política porque te escuecen tus bolsillos o magrean tus derechos. No una revolución amparada en la falta de recursos existenciales, es decir, mis necesidades de superconsumidor y mis horarios de puta madre y mi insolidaridad manifiesta. No una revolución de niñatos de dieciocho para abajo o para arriba que carecen por completo de convicciones sólidas, capacidad de análisis o crítica y que la mayoría definen a los Reyes Católicos como los inventores del “catolicismo”.
No una amparada en la pérdida de valores, las archirepetidas y trasnochadas libertad, igualdad y fraternidad. Ni mucho menos las que utilizan la religión o religiones como su faro iluminador que todo lo alumbra, rige y manipula.

No.

La Revolución buena, la que nos vendría de miedo para salir de nuestro ensimismamiento social, de la dinámica borrego soy por lo tanto como borrego me comporto, es la Revolución Cultural.
Un Rerenacimiento, un Rebarroco, un Neoneoclasicismo, o lo que sea, pero trascendental. Necesitamos renacer culturalmente. Conseguir unos sólidos valores conceptuales, algo fresco con un poco de allí y un poco de acá.
Nuevas corrientes estilísticas, nuevas tipologías, un nuevo Arte. El Arte ese maravilloso placer, antaño fuerza e inercia para movilizar ciudades y pueblos, cuando las gentes se identificaban con los creadores y cuando los creadores eran tan inmortales que definían la vida. La cultura como baluarte de posiciones y referencias.
El pueblo es cada vez más descaradamente inculto, más informado pero menos posicionado, más tecnológico pero menos sociable, más criticón y mucho más cobarde. No se identifica con la actualidad, no comprende su era cultural, está perdido. Se vincula e inclina por los creadores pasados o los ya consolidados, no apuesta por un espacio cultural común, tenemos que exigir y organizar una revolución, con un par.
La cultura es la madre que amamanta las pasiones y con una madre digna y fuerte, se avanza mucho. Un nuevo credo artístico que conforme un estado de consciencia especial, distinto.
 Una corriente artística de gran expansión global, con fuerza para atravesar fronteras. Pero a lo mejor tendríamos que pedirle permiso a los chinos, no había caído, con tanto poder y tanta cantidad, no debemos dejarlos de lado, quedaría muy feo.

Necesitamos un David, necesitamos a Leonardo, aunque sea chino.


lunes, 3 de enero de 2011

Empezamos

Pretencioso mucho, necesario también.
No se si tengo que presentarme, pero puedo intentarlo.
Me sobran sentido del humor y mala leche. Me falta cultura general y mucha paciencia.
Me encanta leer y leer. Me aburre soberanamente todo lo relacionado con la pasividad, la gente pasiva, la actividad pasiva y las mentes pasivas.
Ni soy joven, ni he madurado, ni tengo equilibrio ni torpeza. No soporto a los gilipollas y por defecto digo lo que pienso y me gusta que me digan la verdad, siempre, aunque sea jodida.

Casualmente ahora que me he animado a escribir, en fin, a intentarlo, en un semanal de los que los periódicos publican los fines de semana, plantea la siguiente pregunta a una selección de escritores muy reconocidos: ¿Por qué escribo?. Me hace gracia, en el mismo momento que me decido, se plantea la cuestión. Las respuestas son muchas para mi gusto la más etérea la de mi admirada Rosa Montero, "mientras escribo soy intocable y eterna", brillante. Me lo pido.

Yo he tenido siempre multitud de vidas paralelas, la mia me resulta del todo insuficiente. No recuerdo cuando comencé a buscar otros yos, multitud de yos. Esto suena a tópico, pero así ha ocurrido. Necesitaría al menos unas diez nuevas vidas para conocer todo lo que pretendo, me falta mucho tiempo, muchísimo.
Si escribo, mis yos fluyen, con pasmosa rapidez, en el día a día con tus amigos y conocidos no tienes tiempo para eso, y por supuesto piensas, me imagino que les importará una mierda o el sentido del ridículo, sea dicho, este mi caso, me paraliza, me desarma, me aturulla.

De momento y desde aquí, voy a intentar sacar todas las palabras que andan entre mi bazo y el cerebelo y ponerlas en orden. Conformarán un estúpido mosaico entre la crisis de los 40,  la insuficiencia respiratoria frente a las bajezas humanas, la generación del Orfi (si Orfidal), mandobles culturales del espacio que me delimita, mentiras sabrosas, verdades dolorosas, mentalidad femenina y sobre todo verdad verdadera.

No espero nada.
Solo quiero andar cuando se acaban las calles, volar cuando toco techo, reir cuando me escuece el corazón, besar cuando me dá la gana, pensar si lo necesito, silencio para respirar y amigos, millones de amigos para mantenerme firme.